domingo, 6 de marzo de 2011

LA LEYENDA DE BELLA AURORA

La mayor parte de casas del Quito viejo, tienen una historia, son dueñas de misterios y, por lo general, una leyenda les cobija.
Fui a pagar la cuenta de luz en el edificio Guerrero Mora, su nomenclatura vieja es 1.028, está ubicado en la calle Chile, a este también puedes acceder por la calles Guayaquil y la Venezuela.
Pero bueno, esto les menciono porque en ese lugar estuvo ubicada la casa 1.028, y ahí nació esta leyenda que, cuando yo era niña, me causaba intriga y un poco de miedo.
Detalle en una pared de la casa ocupada por el Instituto de Capacitación Municipal


Mucho tiempo atrás, en la Plaza de la Independencia, ubicada en pleno casco colonial, se realizaban corridas de toros. A uno de esos eventos acudió la niña Bella Aurora, acompañada de sus padres, ellos tenían mucho dinero y colmaban de mimos a su hija.
Estaban felices, vitoreaban al torero y a la bravura del primer toro de la tarde, todo iba bien hasta que salió otro de estos ejemplares. Era un toro totalmente negro, grande, con pelaje brillante, de sus ojos salían chispas y con sus astas embestía a lo que se le ponga en frente.
Este toro pasó por donde estaba Bella Aurora, se detuvo frente a ella, jadeaba y de sus fauces salía espuma. La niña se desmayó y sus padres la llevaron de inmediato a la casa.
Mientras tanto, en la plaza, el toro correteaba en círculo, totalmente descontrolado. El astado, saltó barreras, llegó hasta la casa 1.028, destrozó la puerta de la calle y subió al cuarto de la pequeña, ella, recostada en su lecho, gritó.
Sus padres, que corrieron casi detrás del animal, no encontraron nada, el toro había desaparecido y la niña yacía muerta en su lecho.

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