Plaza de la Independencia, al fondo I. de La Catedral |
Se dice que Don Ramón, siempre pasaba por la iglesia de La Catedral, miraba hacia lo alto y gritaba insultos en contra del gallo de fierro que adorna una de sus cúpulas.
¡Disparate de gallo! ¡A eso le llaman gallo!
Detalle de El Gallo de la Catedral |
Luego agarraba camino hacia una tienda que él conocía y ahí se tomaba algunas mistelas.
¡Qué delicia! ¡Estas mistelas tienen el sabor de los dioses! ¡Páseme otra rondita, por favor!
Y así, muy coloradito, salía de la tienda y de regreso a casa pasaba nuevamente por La Catedral, sus gritos e insultos al gallito eran más fuertes.
¡Gallo de porquería! ¡No sé quién te puso ahí! ¡No sirves ni como adorno! ¡Gallito de La Catedral…ja, ja!
Esto sucedía a menudo, hasta que los amigos de Don Ramón decidieron jugarle una buena broma.
Cruz de la Catedral Metropolitana de Quito |
En esa misma semana volvió a pasar, pero de regreso y ya entrada la noche, en el mismo sitio de las burlas, sintió que las espuelas del gallo le sujetaban con fuerza, el miedo no lo dejaba moverse y un sudor helado le recorría el cuerpo.
Oyó una voz que le decía:
-¡Júrame que no vas a volver a insultarme, ni vas a volver a tomar esas mistelas!
-¡Lo prometo, lo juro, no volveré a nombrarte y no volveré a tomar!
Luego cayó desmayado.
Los amigos consiguieron que Ramón, nunca más vuelva a tomar, ni a proferir insultos contra nadie, peor contra el GALLITO DE LA CATEDRAL.